Nutrición, desnutrición y conciencia alimentaria

…de nuestro actual sistema médico puede decirse que cultiva enfermedades.
«Cuando un carpintero está enfermo pide a su médico un remedio fuerte y
rápido . Y si alguien le dice que debe seguir todo un curso de dietética, y
cubrirse y envolverse la cabeza, y toda esa clase de cosas, él replicará
inmediatamente que no tiene tiempo para enfermarse y que no ve nada
bueno en una vida que se pasa fomentando una enfermedad en detrimento
de su trabajo normal. Por eso, dice adiós a esa especie de médicos y vuelve
a su dieta acostumbrada y, una de dos: o se alivia y vive y lleva adelante su
negocio, o si su constitución no resiste, muere y termina con todo»
Platón. La República: 405-6

 

Durante miles de años, la base de la alimentación del ser humano han sido los alimentos salvajes, es decir, alimentos NO PROCESADOS como las frutas y vegetales.

Eran los alimentos que se conseguían en su entorno o hábitat natural. Antes de la aparición del fuego como medio natural para cocinar los alimentos, el hombre era cazador-recolector.

La población fundamentalmente era nómada ya que estaban condicionados por la existencia de animales. Después el hombre pasó de ser depredador a productor seleccionando semillas abonando la tierra, construyendo diques y canales de riego, por ejemplo. 

Después de la aparición del fuego, el hombre ya asa los alimentos. Pasamos a una sociedad agrícola-ganadera. 

RESISTENCIA INSULÍNICA:

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-75262014000300001

Extracto:

Hace veinte mil años ocurrió el más reciente (y no será el último) período glacial. El consiguiente aumento de las masas de hielo de los glaciares terrestres y de Groenlandia y la Antártica «secuestraron» un enorme volumen de agua, dando como resultado un importante descenso del nivel del mar. Como consecuencia, la línea costera de todos los continentes se amplió significativamente. En el caso del tricontinente americano, el mar del estrecho de Bering (entre Alaska y Asia) fue sustituido por un puente de tierra firme, que se mantuvo por unos cinco mil años, al que se le ha dado el nombre de «Beringia» (3,4).

Durante ese período, se produjeron varias oleadas migratorias desde Asia nororiental hacia las Américas, vía Beringia. Estos seres humanos asiáticos no sólo se establecieron en Alaska, sino que durante los siguientes siglos continuaron su marcha hacia el sur, constituyendo una de las bases de la formación de los pueblos aborígenes de norte, centro y Sudamérica. Para que este largo viaje tuviera lugar, muchas generaciones de migrantes tuvieron que atravesar extensos glaciares que entonces cubrían los territorios que actualmente son Alaska, Canadá, los grandes lagos de Norteamérica y parte de Sudamérica. Sólo algunos de estos migrantes tuvieron las características genéticas y metabólicas que les permitieron resistir el hambre y el agotamiento físico. Es decir, a medida que estos pueblos de origen asiático descendían hacia el sur, aquellos que no tenían adaptaciones al hambre y al esfuerzo físico sostenido iban quedando muertos, o incapaces de reproducirse, en el camino.

Gradualmente entonces, con el paso de centenares de generaciones, se fue seleccionando un tipo de individuo con un genotipo capaz de regular su metabolismo en el sentido del «ahorro de energía», que les permitió seguir sobreviviendo por los siguientes miles de años, en que muchos de ellos siguieron siendo «cazadores-recolectores» (es decir, sin alimentación regular asegurada) y otros aprendieron lentamente a practicar la agricultura.

 

 

¿Pero después de este periplo porqué seguimos en una sociedad desnutrida?:

En el texto «APUNTES SOBRE LA ANTROPOLOGÍA Y LA FISIOLOGÍA DE LA DESNUTRICIÓN» de Carlos de Arpe Muñoz se expresa que la desnutrición por desgracia sigue siendo la principal causa de muerte en el mundo, y que en muchos países subdesarrollados sigue estando asociada a otros numerosos problemas de salud. 

Desde una perspectiva biológica y antropológica, el ser humano aparece notoriamente adaptado en su anatomía, fisiología y comportamiento a la búsqueda intensiva de alimento, a la carestía y no a la abundancia. El exceso de alimento en el mundo es excepcional. Mientras que hoy el problema alimentario fundamental del ciudadano es elegir qué comer y controlar los excesos, la clave del problema en el 99% de nuestra historia evolutiva fue simplemente encontrar el suficiente alimento para sobrevivir.

El abandono de los bosques por parte de los antecesores del linaje humano para pasar a la sabana es en definitiva un cambio debido a la extrema búsqueda de alimento, cuando el hábitat que proporcionaba sustento declina.

Existen más pruebas de que nuestros ancestros prehistóricos estaban sometidos a pautas de escasez, seguidas a veces por períodos de normalidad en el sustento, e incluso de verdaderos banquetes cuando la situación y la caza lo permitían. Numerosas observaciones clínicas han mostrado que cuando el ser humano en etapa de crecimiento sufre privaciones importantes de alimento, los huesos largos de los miembros detienen su crecimiento. En el momento en que la situación alimentaria vuelve a ser propicia, el hueso reanuda su crecimiento, pero en la zona del hueso donde se detuvo queda una marca en forma de línea transversal que recibe el nombre de «Línea de Harris» visible en las pruebas radiológicas. Las líneas de Harris han sido detectadas en numerosos hallazgos de fósiles humanos primitivos.

El ser humano, comparado con otras especies, no es rápido en la carrera, pero es capaz de recorrer incansablemente largas distancias, es básicamente un buscador de alimento especializado en la escasez. Así, varias culturas primitivas han desarrollado a lo largo de la historia técnicas de caza consistentes simplemente en extenuar a la presa. La partida de humanos sigue las huellas de su víctima, hora tras hora, hasta que el animal no puede más y es fácilmente capturado, su velocidad no sirvió de nada, vence la resistencia del marchador humano.

En unión al bipedismo, la adaptación progresiva al consumo de carne parece ser otra clave importante en el desarrollo del linaje humano, siendo a su vez un cambio evolutivo que viene a mostrar en cierto modo la escasez del alimento vegetal de altas capacidades alimenticias.

 

LA TENDENCIA AL SOBREPESO Y LA OBESIDAD COMO HERENCIA DE LA ESCASEZ DE ALIMENTO:

El ser humano presenta numerosas adaptaciones anatómicas y de comportamiento originadas, al menos en parte, por la escasez de alimentos. ¿Qué consecuencias tiene entonces el transvase de ese ser adaptado a la escasez, a un ámbito de abundancia alimentaria? El sobrepeso y la obesidad se han convertido en anomalías frecuentes en la sociedad desarrollada y los trastornos fisiológicos y metabólicos con frecuencia ligados, como la hipertensión, la hipercolesterolemia o la diabetes suponen un conocido incremento del riesgo cardiovascular.

En el pasado nuestra especie se adaptó a un régimen irregular de suministro de alimentos, a periodos de privación o escasez podían seguir ocasionales situaciones de abundancia. Esa energía alimentaria excedente de los periodos de disponibilidad no podía ser perdida en un entorno, donde por lo general la abundancia era la excepción y el alimento por lo general era escaso. Así el ser humano, como otros vertebrados y mamíferos, ha desarrollado desde sus orígenes un eficaz sistema para acumular los valiosos excedentes energéticos: la formación de depósitos de grasa en forma de panículo adiposo.
La alternancia primitiva de escasez con la menos frecuente abundancia, unida a la necesaria actividad física intensa necesaria para sobrevivir en el pasado, hizo poco frecuente que esa capacidad de acumular energía, en forma de grasa, diera lugar a un progresivo incremento de individuos con sobrepeso en la población.

La adaptación fisiológica y etológica del pasado a la alternancia de periodos de escasez y abundancia ha permitido también que los humanos seamos capaces de grandes atracones después de una privación temporal. En definitiva, nuestra dificultad actual para mantener un peso estable y adecuado en el entorno de hoy, es una herencia de nuestra milenaria adaptación a la escasez. 

En un artículo de www.theconversation.com se habla que la obesidad es sinónimo de envejecer.  se ha vinculado la obesidad con un aumento de enfermedades neurodegenerativas. La obesidad es un problema de salud global que generalmente va asociado con otras enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Entre ellas, la hipertensión, dislipemias, y diabetes mellitus tipo 2. Los estudiosos del tema llevan años planteándose cuestiones como: ¿por qué los obesos presentan elevados índices de mortalidad prematura? O lo que es lo mismo, ¿por qué viven menos? En este contexto, todo apunta a que existen importantes similitudes entre la obesidad y el envejecimiento.
La disminución en la cognición se atribuye a la presencia de inflamación neuronal. Asimismo, ambos procesos, obesidad y envejecimiento, van acompañados del debilitamiento en el sistema inmunitario. Con ello, el riesgo de infecciones aumenta.De hecho, los obesos son más susceptibles de padecer los síntomas gripales al estar menos protegidos por la vacuna. Es más, en los últimos meses también se ha observado un empeoramiento de la sintomatología de la COVID-19 en pacientes ancianos y obesos.
En nuestro país, investigadores del CNIO como la doctora María Blasco han realizado importantes avances en el conocimiento de los telómeros y su implicación en el envejecimiento. Los telómeros son las tapas protectoras de los extremos de los cromosomas y actúan como temporizadores celulares. Su longitud marca el número de divisiones celulares hasta que se produce la muerte celular. El desgaste de los telómeros en el envejecimiento se ha observado también en la obesidad.
CONCIENCIA ALIMENTARIA

La “conciencia alimentaria” se define como el conocimiento reflexivo acerca de los alimentos que consumimos cotidianamente, es decir, es el acto de alimentarse con información certera, llevando una dieta saludable y equilibrada como objetivo final, explica Marcelo Cádiz, académico de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello.

Según comenta el nutricionista, generalmente las personas que se instruyen más en el tema de alimentación saludable, son aquellas que saben realmente lo que comen. “El común de las personas, no sabe cuánto come realmente, simplemente sacian su necesidad alimentaria”, advierte el experto.

La conciencia alimentaria, complementa el nutricionista, simplemente se debe considerar como una conducta que puede ser aprendida y transmitida al interior de la familia, la escuela y el entorno social donde habitamos. “Podemos decir que es uno de los principales elementos que ayudan a prevenir cualquier conducta alimentaria anormal, por lo tanto, el rol educativo en los distintos niveles es importantísimo”.

Estados ansiosos

Pero los estados de ánimo influyen también en la conducta alimenticia, advierte Cádiz. Efectivamente, algunos estados ansiosos aumentan el apetito, a su vez ciertos alimentos disminuyen momentáneamente la ansiedad, como los chocolates. Pero en términos específicos, hay una relación entre los mecanismos culturales asociados a la alimentación, es decir, cada cultura nos entrena en asociar emociones específicas a situaciones.

“En el caso de la comida, es un hábito muy arraigado en nuestra cultura, vincularla con sociabilidad, por lo tanto, cada vez que nos reunimos en eventos sociales, necesariamente hay comida. En conclusión, las emociones ya sean negativas como las positivas interfieren en nuestra conducta alimenticia”, afirma Cádiz.

Según todo lo expuesto, tenemos que tener en cuenta que la sociedad y hábitos actuales favorecen tanto la obesidad (infantil y adulta)como la sobreestimulación de productos de consumo en tiendas, supermercados etc. Volver a una alimentación sana, practicar ayuno cuando es conveniente y determinadas pautas saludables nos puede ayudar a estar más sanos, tener un sistema inmunitario potente y aceptable, en definitiva, vivir más tiempo y en mejores condiciones.

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