INTELIGENCIA FEMENINA Y UNA NUEVA MODALIDAD DE SANACIÓN

 

«Al final descubro que no puedo separar el cerebro del cuerpo. La conciencia no está sólo en la cabeza. Ni tampoco se trata de que la mente domine al cuerpo. Si tomamos en cuenta el ADN que dirige el baile de los péptidos, el cuerpo es la manifestación exterior de la mente»

Dra. CANDANCE PERT, ex jefe de bioquímica del cerebro del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos

La mente y el cuerpo etán íntimamente ligados a través de los sistemas inmunitario, endocrino y nervioso central. En la actualidad, los estudios sobre la relación entre la mente y el cuerpo están confirmando lo que las antiguas tradiciones de curación han sabido siempre: que el cuerpo y la mente son una unidad. No hay ninguna enfermedad que no sean mental y emocional además de física.

Campos energéticos y sistemas de energía

Los seres humanos estamos hechos de energía y estamos sustentados por ella. Nuestro cuerpo es un campo de energía siempre cambiante y dinámico, no una estructura física estática. Es un holograma en el cual cada parte contiene información sobre el todo. Por la física cuántica sabemos que en el nivel subatómico, la materia y la energía, que también se puede llamar espíritu, son intercambiables. La mejor expresión de esto que he oído es que la materia es la forma de espíritu más densa, y el espíritu la forma de materia más ligera. Podemos considerar que nuestro cuerpo es una manifestación de energía espiritual. Nuestra mente y nuestros pensamientos cotidianos forman parte de este espíritu y tienen un efecto bien documentado sobre la materia y nuestro cuerpo.

Los factores psíquicos y emocionales influyen enormemente en la salud física, porque las emociones y los pensamientos van siempre acompañados por reacciones bioquímicas del cuerpo. El continuo mente-cuerpo sólo se puede entender correctamente cuando nos comprendemos como un sistema energético siempre cambiante que es influido por la energía que lo rodea y también influye en ella. No acabamos en nuestra piel.

Aunque no podemos ver la energía que nos conforma y sustenta, es sin embargo una parte vital de nosotros. Es la fuerza vital que hace que nuestro corazón lata y nuestros pulmones respiren incluso cuando estamos dormidos. Cualquiera que haya tenido la experiencia de ver morir a una persona te dirá que algo cambia después del momento de la muerte. Aunque el cuerpo físico sigue presente, la personal que conocimos ya no está allí.

Los campos energéticos interaccionan dentro de una persona. También interaccionan entre una persona y otra, y entre una persona y el mundo en general. Estas interacciones, cuya existencia está bien documentada, son importantes para el crecimiento humano y el desarrollo sano a lo largo de toda la vida. Por ejemplo, en un estudio realizado en la Universidad de Miami con bebés prematuros de igual peso, se comprobó que aquellos a los que se acariciaba regularmente aumentaban de peso a una velocidad un 49% mayor que los bebés que no eran acariciados (ambos grupos de bebés fueron alimentados con la misma cantidad exacta de alimento). Al cabo de ocho meses, los bebés acariciados estaban más desarrollados en estatura y tamaño de la cabeza y tenían menos problemas neurológicos que los del grupo de control. Los bebés a los que no se los acaricia y acuna, aunque se los alimente bien y se los cuide físicamente, corren un gran riesgo de morir debido a lo que un evasivo diagnóstico denomina «fallo en el desarrollo».

Numerosos estudios han demostrado que incluso los accidentes, que consideramos sucesos «fortuitos», tienen relación con el estado emocional y psíquico (o campo energético) de las «víctimas». Varios estudios indican que las personas propensas a los accidentes tienen ciertos rasgos de personalidad, como impulsividad, resentimiento, agresividad, dependencia con necesidades insatisfechas, depresión, tristeza, soledad y aflicción no resuelta, entre otros. Tienden a castigarse cuando sienten rabia contra otras personas. Así pues, en el lenguaje de los sistemas energéticos, parece ser que el campo energético de la persona «propensa a los accidentes» interacciona con el campo energético del medio ambiente de una manera que aumenta su probabilidad de sufrir accidentes.

Está claro que las interacciones humanas tienen profundos efectos en la salud. Estos efectos pueden ser positivos o negativos, dependiendo del estado de ánimo de las personas implicadas en esas interacciones. Cuando comencemos a comprendernos como campos de energía poseedores de la capacidad de influir en la calidad de nuestras experiencias, comenzaremos a conectar con nuestra capacidad innata para sanarnos y crearnos una buena salud todos los días de nuestra vida.

Nuestro cuerpo está influido y de hecho estructurado por nuestras creencias. Muchas de estas creencias  las heredamos de nuestros padres y de las circunstancias en las que fuimos críados y educados. Estudios científicos realizados por el epidemiólogo Leonard Sagan subrayan esto y demuestran que la clase social, la educación, las habilidades vitales y la cohesión de la familia y la comunidad son factores claves en la determinación de la esperanza de vida. De todos estos factores, sin embargo, la educación ha demostrado ser el más importante. Un repaso de «todos» los datos epidemiológicos importantes deja claro que los principales determinantes de la salud «no son» la vacunación, la dieta, el consumo de agua ni los antibióticos. En realidad, la espectacular baja en los índices de mortalidad por enfermedades infecciosas producida a comienzos de este siglo se inició mucho antes del uso rutinario de la penicilina y los antibióticos. 

La esperanza, la autoestima y la educación son las factores más importantes en la creación diaria de salud, sea cual sea nuestra historia y el estado de salud que hayamos tenido en el pasado. El estado emocional influye incluso en las enfermedades. La doctora Jeanne Achterberg ha demostrado que el curso que va a seguir un cáncer se puede pronosticar mejor por variables psíquicas, como la esperanza, que por mediciones médicas. Siempre tenemos en nuestro interior el poder para educarnos más acerca de lo que nos va a ayudar y a crearnos una buena salud.

Una de mis pacientes me dijo: «Mientras venía a la consulta tuve un relámpago de comprensión. Cuando era pequeña, la única manera de atraer la atención de mi madre era enfermándome. Así pues, tuve muchas fracturas de huesos, después cáncer y ahora una citología anormal. Hoy acabo de darme cuenta de que ya no necesito enfermar para atraer su atención». Añadió que en el momento de tener esa revelación en el coche, apareció el sol por entre las nubes, reforzándosela con su resplandor.

Comprensión del «cuerpomente»

La comunidad médica está comenzando a ver a los pacientes como seres físicos que se renuevan constantemente. Nos estamos enterando de que el cuerpo es como un río de información y energía, y que cada  una de sus partes tiene una comunicación dinámica con todas las demás. Estudios por  radioisótopos han demostrado, por ejemplo, que los glóbulos rojos se renuevan cada 28 días, y que cada seis meses regeneramos todas las células de nuestro hígado. En esta continua reestructuración de nuestro cuerpo físico, cada día tenemos la oportunidad de crearnos una buena salud.

Aunque cada uno de nosotros es bombardeado diariamente por millones de estímulos, nuestro sistema nervioso central y los órganos de nuestros sentidos funcionan de tal manera que seleccionan y procesan sólamente aquellos estímulos que refuerzan lo que ya creemos de nosotros mismos. Las mujeres que fueron maltratadas en su infancia suelen ser mucho más propensas a ser repetidamente maltratadas de adultas. Han sido condicionadas a ser maltratadas y les resulta difícil reconocer a las personas afectuosas y los ambientes de cariño. Como adultos, nuestro sistema nervioso funciona para reforzar lo que experimentamos en nuestros primeros años, a no ser que cambiemos conscientemente los efectos de esa programación infantil. Las semillas de muchas enfermedades posteriores se siembran en nuestra infancia y después son abonadas regularmente por nuestras creencias y nuestros pensamientos, que esperan que se repitan esas experiencias.

La ciencia de la conexión mente-cuerpo, o psiconeuroinmunología, nos sirve para explicar cómo afectan al cuerpo las circunstancias de nuestra vida. La psiconeuroinmunología y las investigaciones relacionadas demuestran que los sutiles campos electomagnéticos de fuera y de dentro del cuerpo forman un vínculo importantísimo entre las heridas culturales, las que llamanos «psíquicas» y «emocionales», y lo problemas ginecológicos u otros que tenemos las mujeres, los que llamamos «físicos».

Muchas mujeres que han sobrevivido al abuso sexual en la infancia, por ejemplo, se divorcian de su cuerpo. Algunas se sienten en su cuerpo sólo del cuello hacia arriba. Una paciente mía, que tenía continuos inicios de regla a destiempo, me dijo: «No quiero ni pensar en nada de lo que tengo bajo la cintura. Odio esa parte de mi cuerpo ; ojalá me desapareciera». Esta fue una importante comprensión para ella; indicaba dónde necesitaba avanzar un paso hacia la sanación. Esos continuos goteos menstruales le llamaban la atención hacia una parte no reconocida de su cuerpo que necesitaba sanar. Una de mis socias a veces pide a sus pacientes que se dibujen a sí mismas. Una de ellas, que sufría de dolor crónico de pelvis, hizo su autorretrato sólo de cintura para arriba. Mi socia le hizo ver que tal vez su pelvis quería atraer su atención mediante el dolor. ¡No la tomaba en cuenta!.

Si la ciencia de la conexión mente-cuerpo nos sirve para explicar cómo nuestras heridas emocionales y psíquicas se convierten en físicas, también apoya nuestra capacidad para sanar de esos trastornos. Todo malestar, toda curación del malestar y toda creación de salud son al mismo tiempo físicos, psíquicos, emocionales y espirituales.

Hasta hace muy poco tiempo, los científicos creían que la información pasaba linealmente por el sistema nervioso de nervio a nervio, igual como en un cable eléctrico. Pero ahora sabemos que los órganos corporales se comunican directamente con el cerebro y viceversa, mediante mensajeros llamados «neuropéptidos». Estos neuropéptidos llevan mensajes entre las neuronas; entonces las moléculas receptoras de neuropéptidos reciben estos mensajes activados por las emociones y los pensamientos para ser liberados. Se creía que las sedes celulares de receptores de neuropéptidos sólo estaban situadas en los tejidos cerebrales y nerviosos. Pero ahora sabemos que esas sedes receptoras se encuentran por todo el cuerpo. La Doctora Candace Pert y otros investigadores han descubierto que estas sustancias químicas del sistema nervioso cerebral aterrizan en sedes receptoras situadas, además de en las neuronas, en las células de los sistemas endocrino e inmunitario, y las activan. Y no sólo eso, sino que órganos corporales como los riñones y los intestinos también poseen sedes receptoras de esas substancias químicas cerebrales. Estas substancias químicas forman parte del modo en que los pensamientos y las emociones afectan directamente al cuerpo físico.

Los órganos físicos no sólo contienen sedes receptoras de las substancias neuroquímicas de los pensamientos y las emociones, sino que, junto con el sistema inmunitario, también ellos pueden fabricar esas mismas substancias químicas. Lo que esto quiere decir es que todo el cuerpo siente y expresa emociones; todas nuestras partes «piensan» y «sienten». Los glóbulos blancos, por ejemplo, pueden producir substancias analgésicas semejantes a la morfina, y contienen a su vez sedes receptoras de estas mismas substancias. Esto da a la persona la capacidad de regular su dolor sin medicamentos. Si bien no se ha estudiado concretamente los órganos femeninos, estoy segura de que los tejidos del útero, de los ovarios y de las mamas fabrican las mismas substancias neuroquímicas de los pensamientos y las emociones que fabrican el cerebro y los demás órganos. Las hormonas, por ejemplo, son moléculas mensajeras que llevan emociones y pensamientos. Las células inmunitarias también tienen receptores de neuropéptidos o moléculas mensajeras. Los ovarios, y probablemente también el útero, fabrican estrógeno y progesterona, hormonas que son también neurotransmisores que afectan a las emociones y los pensamientos. Y estos órganos tienen asimismo sedes receptoras que reciben mensajes del cerebro y del sistema inmunitario. Es fácil entonces comprender que cuando estamos tristes, nuestros órganos femeninos «se sienten» tristes, y sus funciones se ven afectadas.

Nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestro cerebro se comunican directamente con nuestros sistemas inmunitario, nervioso y endocrino y con nuestros órganos. Además, si bien estos sistemas  corporales se estudian y se consideran por separado, en realidad son aspectos del «mismo» sistema. Si el útero, los ovarios, los glóbulos blancos y el corazón fabrican las mismas substancias químicas que fabrica el cerebro cuando piensa: «¿En qué parte del cuerpo está la mente?». La respuesta es: «La mente está situada en todo el cuerpo».

Es necesario ampliar considerablemente todo nuestro concepto de lo que es «la mente». Ya no se puede seguir pensando que la mente se reduce al cerebro o al intelecto; existe en todas las células de nuestro cuerpo. Todos nuestros pensamientos y todas nuestras emociones tienen sus equivalentes bioquímicos. Una de mis colegas dice: «La mente es el espacio que hay entre las células». Así pues, ¿estás preparadas para escuchar cuando te hable esa parte de tu mente que es tu útero, con el lenguaje del dolor o de una hemorragia menstrual excesiva?.

Vino a verme una abogada de 35 años, casada, que había comenzado a tener pérdidas entre las menstruaciones. Cuando le pregunté cómo le iba la vida, me contestó irritada: «Creo que este problema es médico». Con eso quiso decirme que el problema era puramente físico y no estaba relacionado de ninguna manera significativa con el resto de su vida. Amablemente le expliqué que le habría preguntado lo mismo si se hubiera fracturado una pierna, y le hice ver que todos los síntomas son «físicos». Entonces ella se calmó y me contó la verdad. Hacía poco había tenido una aventura extraconyugal y se sentía culpable; además, tenía miedo de haber contraído alguna enfermedad de transmisión sexual. Las pérdidas entre las menstruaciones le habían comenzado justamente después de esa aventura. Esta historia adicional me permitió darle un mejor tratamiento médico, y ella descubrió que no tenía por qué dividirse en partes no relacionadas entre sí.

Una de mis pacientes fue a ver a un terapeuta de biofeedback por un dolor en el hombro causado por una tensión muscular crónica. Cuando estaba aprendiendo a relajar los músculos del hombro, advirtió que la tensión muscular aumentaba siempre que le  venían a la cabeza ciertos pensamientos. Uno de estos pensamientos era el de haber recibido una zurra en su niñez; otro era la mala salud de su marido y las posibles implicaciones para ella. Por otro lado, cuando pensaba en los aspectos positivos de su vida, la tensión muscular disminuía. Llegó a comprender que sus temores y creencias estaban codificadas en su cuerpo. Con el biofeedback aprendió que sus tejidos musculares tienen sentimientos, pensamientos y recuerdos que forman parte de la sabiduría de su cuerpo.

La mente y el alma, que impregnan todo nuestro cuerpo, son mucho más vastas de lo que el intelecto puede comprender. Nuestra guía interior nos llega primero a través de nuestros sentimientos y la sabiduría de nuestro cuerpo, no a través de la comprensión intelectual. Cuando buscamos una orientación interior sólo con el intelecto, como si esta existiera fuera de nosotros y de nuestro conocimiento más profundo, nos quedamos estancadas en la búsqueda,y de hecho la silenciamos. El intelecto funciona mejor al servicio de nuestra intuición, guía interior, alma, Dios o poder superior, sea cual sea el término que elijamos para llamar a la energía espiritual que anima la vida. Una vez que reconocemos que somos más que nuestro intelecto y que esa guía está a nuestra disposición en la mente universal, tenemos acceso a nuestra capacidad interior de sanación. William James dijo una vez: «El poder para mover el mundo está en el inconsciente».

TEXTO EXTRAÍDO DEL LIBRO:

«CUERPO DE MUJER, SABIDURÍA DE MUJER», Una guía para la salud física y emocional

Dra. Christiane Northrup

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